martes, 26 de junio de 2012

Sin pasaje de vuelta


BRASIL. Si hace sólo un par de años alguien me hubiera preguntado qué país elegiría para vivir NUNCA hubiese respondido “Brasil”. Tiene una cultura muy rica, las playas son indiscutiblemente mucho más lindas que las argentinas y es un país que hace rato viene pisando fuerte en el escenario internacional. Pero no. Jamás hubiera elegido Brasil.
Puede ser por la eterna – y hasta por momentos aburrida – rivalidad futbolística – tengo tres hermanos varones más grandes y desde chiquita en mi casa se rechazó el famoso verde amarelo -, por la diferencia de idiomas – y el que se anime a decir que son casi “iguales”, por favor, que agarre un libro – o tal vez por la famosa alegría que não tem fim – las personas extremadamente felices siempre me dieron un no sé qué.
Sin embargo, aquí estoy, viviendo hace casi dos años en el estado de São Paulo ¿Por qué? Por amor. Así como no me gustan las personas alegres por demás, rechazo todo lo relacionado con los corazones, las florcitas de colores, el rosa, las estrellitas y demás lugares comunes. Pero, en mi caso, es verdad.
¿Mi primera impresión?: “¡¿Qué hago acá?! Un taxi de vuelta al aeropuerto, por favor”. La conversación más larga que tuve el primer mes fue con el señor que vendía cigarrillos a una cuadra del hotel donde estábamos viviendo. Y me costó. Con certeza, no fue uno de esos momentos que vaya a dejar plasmados en mis memorias. Hoy, dos años después, a veces todavía me pregunto cómo vine a parar a este lugar, pero ya a esta altura cuento con un monte de historias, no sé si memorables, pero sí entretenidas para leer y pasar el rato.

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