viernes, 10 de agosto de 2012

¡Somos de oro!

Hoy los argentinos tuvimos nuevas citas olímpicas y yo estuve otra vez acompañando de a ratitos los encuentros. Es increíble lo que generan los Juegos Olímpicos: eso de seguir deportes cuya dinámica no terminás de entender y que jamás verías si no se tratara de este evento tan importante. De más está decir que el estar lejos de casa hace que te vuelvas extremadamente patriota y fanático número uno del deporte de turno. Me resultó extraño estar desesperada buscando en internet alguna página que transmitiera el partido de las Leonas ¿Hockey, yo? En realidad, para no faltar a la verdad, debo confesar que en su momento lo practiqué. Fue durante muy poquito tiempo. Cuando en un mismo día recibí dos fuertes bochazos que me dejaron marcas por varias semanas, decidí que ese deporte no era para mí. Ni ese, ni ningún otro. Pobre mi mamá, el equipo que me había comprado debe estar como nuevo guardado en algún placard de la casa de mis viejos. 
Yachting-Bronce, Hockey-Plata, Básquet-Vamos por la de Bronce y, quién lo hubiera dicho, la de Oro se hizo realidad gracias a Sebastián Crismanich, con Taekwondo. Por fin nuestro himno sonó por primera vez en estos Juegos Olímpicos ¡Qué orgullo debe haber sentido ese muchacho en ese momento!¡Tanto esfuerzo, tanta dedicación y disciplina! A veces, cuando veo a los atletas ahí, en lo más alto del podio, con lágrimas en los ojos, observando a su bandera elevarse ante la admiración de millones de personas, me dan ganas de volver el tiempo atrás, secarme las lágrimas y seguir pegándole con el palo a la bocha. Quién sabe, hoy podría haberme vengado y pegado varios bochazos a las rubias anaranjadas. Ganas no me faltaban. 
 

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