martes, 10 de julio de 2012

Como en casa


Hoy un amigo argentino que vive en San Pablo me preguntó si yo era la autora de este blog. Me quise hacer la interesante, la misteriosa, pero me parece que no me salió. Algunas de las historias relatadas en este espacio ya fueron contadas en alguna que otra juntada con amigos y, por eso, son ahora las culpables de la revelación de mi identidad. Ok, VOS, sí, soy yo, lo reconozco. Y hoy te voy a sorprender. Voy a hablar de vos. Bueno, en realidad, no sólo de vos, sino de ese grupo de gente con el que nos solemos juntar con bastante frecuencia.
Corría el mes de octubre de 2010 cuando coincidimos con este muchacho en la Policía Federal de San Pablo. Los tres estábamos haciendo los trámites para obtener la residencia temporaria. Mi marido lo conocía de Buenos Aires – ámbito laboral – y, como la lógica indica, nos quedamos conversando algunos minutos. Intercambiamos teléfonos, saludos cordiales y adiós.
En esa época el hermano de mi marido vivía en San Pablo con su familia, pero existían altas probabilidades de que fuera trasladado a Suiza en el mediano plazo. Así, todos los fines de semana prácticamente nos instalábamos en la casa de ellos para disfrutar al máximo de nuestros tres sobrinitos - ahora cuatro - y de la vida en familia. Idas al famoso parquinho, salidas a comer, paseos varios llenaban nuestros días lejos de casa.
Finalmente, en julio de 2011 llegó el momento de despedirnos. Tristeza total y absoluta. De un día para el otro nos encontrábamos – y nos sentíamos – completamente solos, nuestra familia se había ido.
Después de algunos fines de semana sin mucho para hacer, decidimos llamar a aquel muchacho que nos habíamos encontrado en la Policía Federal nueve meses antes. Nos contó que se había armado de un grupo de amigos bastante grande, que salían con frecuencia y nos invitó a sumarnos en alguna oportunidad. Así fue.
Con el correr del tiempo, fuimos conociendo a personas que estaban en nuestra misma situación, que habían venido a Brasil con el objetivo de crecer profesionalmente. Reuniones, comidas, idas al cine, a la playa, viajes. Ahora, contamos con un grupo de seres humanos al que le pasa lo mismo que a nosotros, que tiene historias similares, las mismas inquietudes, frustraciones parecidas, días de extrañitis aguda y otros de absoluta felicidad, optimismo y entusiasmo. Cada reunión se transforma en una maratón de un sinfín de anécdotas e historias divertidas. Cada momento compartido nos hace sentir un poco más cerca de los nuestros, un poco más cerca de casa.  El tiempo da la pauta de que manejamos los mismos códigos, pero a su vez cada encuentro pone en evidencia que es la heterogeneidad de personalidades la que hace que cada reunión sea un éxito. Va a llegar el día en el que cada uno de nosotros se irá despidiendo para recorrer nuevos caminos, en esta vida todo llega. Nos quedará entonces recordar con una sonrisa los momentos compartidos y agradecer el haber podido, a pesar de la distancia, sentirnos tan a gusto, tan acompañados, como en casa.

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