miércoles, 4 de julio de 2012

La dignidad del trabajo


No es raro encontrarse en las esquinas de la ciudad donde vivo con personas sosteniendo carteles con forma de mano que anuncian “3 dormitorios/1 suite” y apuntan con el dedo índice al lugar hacia donde uno debe dirigirse si tiene interés en adquirir una propiedad de ese tipo.
En la época de fiestas o cuando se aproxima el día del niño, las jugueterías aumentan su personal. La función de los nuevos empleados suele ser exponer productos: se paran en un rincón del local y muestran, por ejemplo, las gracias que hace el último bebote lanzado por determinada marca.
En las plazas o bulevares es normal ver cómo un grupo de cinco hombres se dedica a una única función: cortar el pasto. Uno maneja la máquina auxiliado por otro, dos sostienen una red que evita que los restos caigan sobre la vereda o la calle, y un quinto hombre monitorea la situación.
No importa si estas tareas inciden más o menos en la economía del lugar, no interesa si su realización es indispensable o no, lo que realmente hace la diferencia es la “cultura del trabajo” que generan. El tener un horario a cumplir, una tarea a desarrollar y el ser premiado por esa responsabilidad hace que la sociedad se construya sobre una base sólida, donde el progreso va de la mano del esfuerzo. Una base que no es fácil de establecer y lleva tiempo pero que, a largo plazo, resolverá muchos de los grandes problemas que actualmente presentan varias sociedades latinoamericanas.  

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