viernes, 13 de julio de 2012

En vela


Me gusta mucho la noche, pero no en el sentido negativo. Disfruto de quedarme hasta tarde en Internet, viendo la tele, trabajando o  simplemente leyendo. Siempre fui así. Pero justo el otro día me quise ir a dormir temprano. Misión imposible. El Palmeiras había ganado la Copa do Brasil y aquí, en mi querida ciudad, una gran cantidad de gente estaba como loca. Bocinazos, gritos, cantos. Debe haber durado hasta, aproximadamente, las tres de la mañana.
La pasión de los brasileros por el fútbol fue una de las primeras características que me sorprendieron cuando llegué a este país. Sabia que les gustaba, y mucho, pero a veces este sentimiento toma dimensiones que rozan lo absurdo. Por ejemplo, donde vivo también hay muchos torcedores del Corinthians. Fanáticos empedernidos diría yo. No importa si juegan la final de la Libertadores o el partido más insignificante de la historia, los fuegos artificiales y demás chucherías están a la orden del día. No me atrevo a decir que son más fanáticos que los argentinos, puede ser que simplemente ahora les preste más atención a todas estas cuestiones por estar en otro país.
Segunda noche en dos semanas que no puedo dormir por el fanatismo de mis vecinos. Igual, debo confesar que la vez anterior no me molestó tanto. La vez anterior perdió Boca. 

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